MARCO OUSÍAS





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CUANDO DIOS CREÓ EL MUNDO... EL MUNDO DE LOS CONCEPTOS YA EXISTÍA

ORACULUM



CARLOS ARGENTINO DANERI

Era al atardecer en un día caluroso de verano en Río de Janeiro, cuando me dirigí hacia el bar cercano a mi apartamento en Copacabana.

En un inicio pocos parroquianos departían en aquel tranquilo bodegón. Como solía suceder la mayoría nos quedábamos de pie conversando cerca de la barra. Por supuesto que ahí predominaba el idioma portugués, pero en mi caso el portuñol que ya parloteaba con acento carioca era entendible para todos.

Al poco rato llegó un personaje de aspecto intelectual que se ubicó no lejos de donde yo estaba.

Al principio comenzó a platicar de cosas banales, pero a medida que bebíamos cerveza los temas de conversación se fueron haciendo más profundos hasta llegar a tópicos sobre metafísica.

Empezó a hablar de los dogmas religiosos, de las almas preexistentes y terminó con la percepción del universo como un solo ente.

Estaba disertando sobre las entelequias de los seres vivos, que para él eran como códigos que cada criatura que vive sobre el planeta la lleva desde el principio de los principios.

Ahí fue cuando uno de los oyentes le preguntó:

–¿Pero La Tierra misma también podría ser un ente, o más bien un ser viviente?

Sí –contestó–.

–Y también el sol, los planetas y el mismo universo.

El rostro de las personas que lo escuchaban cambió a un semblante de asombro, sin embargo, nadie dijo nada, entonces prosiguió:

–Aunque la vida de esas entidades cósmicas que mencioné no es como la vida convencional que nosotros conocemos, porque esa es imposible de ser percibida por un ser humano al menos que tenga un don especial otorgado por el Cielo.

–Pero les explicaré algo que viene de estudios probados por la ciencia. Ustedes saben que cada célula de un determinado ser vivo lleva la información genética completa de ese ente, o sea que, con una muestra de sangre de un cordero, un caballo o un hombre se puede crear otro idéntico, pues algo parecido sucede con el universo, nada más que con él, desde un pequeño espacio, que sería el equivalente a una célula, podríamos observarlo como un todo.

–En la antigüedad, esa concepción esotérica, la tenían los egipcios dentro de los más importantes de sus conocimientos arcanos. Lo nombraron igual como acostumbraban a designar al Uno, con la primera letra de su alfabeto que era Apis, simbolizado por un buey, y que los fenicios le llamaron Aleph y los griegos Alpha.

Al llegar aquí, aquel personaje, paró su discurso, se dio un breve descanso, llamó por la cuenta y se despidió de todos con un «chao amigos».

Cuando ya había salido de la taberna lo alcancé y le pregunté:

–¿Cómo te llamas?

Dio media vuelta y riendo socarronamente me contestó en perfecto español:

–Yo soy Carlos Argentino Daneri.

Y siguió caminando hacia la avenida de Nuestra Señora de Copacabana luego viró en dirección de la Figueiredo Magallanes.

Marco Ousías

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