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CUANDO DIOS CREÓ EL MUNDO... EL MUNDO DE LOS CONCEPTOS YA EXISTÍA |
ORACULUM |
ORIGENES DE ALEJANDRÍA Aquel sábado resplandeciente de verano, la ciudad maravillosa parecía más alegre que de costumbre, los cariocas bajaban contentos a disfrutar de la playa y un sol magnánimo parecía sonreír en lo alto. Así fue como temprano salí a buscar un buen libro para leer ese fin de semana, encaminé mis pasos a una feria que según anunciaban días antes estaría ubicada en el parque de enfrente de la catedral de «Nossa Senhora de Copacabana». Revisaba los libros expuestos en los estantes cuando me pareció ver al personaje misterioso que navegaba en las aguas profundas de la metafísica y con quien había departido en el bar vecino a mi domicilio. Me acerqué lentamente a él y le saludé… – Buenos días, don Carlos – Le dije, fingiendo que no había entendido la ironía aquella tarde que le pregunté por su nombre. Él me volvió a ver y me contestó, – Buenos días, seguro que esta vez sabrás atinar quién soy. – –Claro – repliqué. – Tu eres Orígenes de Alejandría. – Fuiste enviado por el Cielo como un espíritu ministrante…bueno así llama el apóstol San Pablo en Hebreos a aquellos entes especiales enviados a cuidar a los «herederos de la salvación». El hombre misterioso se rio de mis pretendidos dotes adivinatorios y expresó: – Bueno, puedes pensar lo que quieras, sí crees que soy ese ilustre teólogo que vivió hace miles de años, ese seré, pero prefiero que siempre me llames Carlos en recuerdo de aquel personaje enigmático que el acreditado escritor Jorge Luís Borges introdujo en uno de sus cuentos. – Seguimos platicando mientras escrutábamos los libros de la feria, en seguida encontré una obra maestra de San Agustín, era «De Civitate Dei» o sea la Ciudad de Dios lo abrí para ver si su letra era suficiente grande para leerlo sin cansar la vista y en efecto me pareció bien y lo compré. A Carlos lo vi revisar varios libros, al fin escogió Diálogos de Gregorio Magno, leyó ávidamente el libro II, aquel que refiere a la vida de San Benito de Nursia, luego decidió llevárselo. Habiendo terminado nuestra tarea en aquella animada feria, invitado por aquel personaje misterioso, nos dirigimos hacia la avenida Atlántica buscando un lugar especial para almorzar. Ya sentados en el restaurante frente a la playa, el amigo teólogo me comenzó a platicar de uno de los defectos que más afligen al ser humano como es la envidia. De ahí vino a colación unos hechos oprobiosos que sucedieron en Alejandría allá por el siglo V a C. Así habló el aludido: – Se trata de una bella e inteligente mujer llamada Hipatia. – Su padre Teón era el director de la biblioteca ubicada en el Museo, este era el equivalente a una escuela de estudios superiores y centro de investigación científica mandada a construir por Ptolomeo I, siglos antes del nacimiento de Cristo. Teón era astrónomo y matemático y fue quien introdujo a Hipatia en el cultivo de dichas ciencias – En su edad adulta se dedicó a la enseñanza de las ciencias mencionadas, además de eso, instruía a sus alumnos sobre filosofía, enfatizando en aquella que provenía de grandes sabios como Platón y Plotino. Muchos de sus discípulos eran personajes importantes de Alejandría entre los que se encontraba Orestes, el prefecto romano; y Hesiquio, el gramático; y de otras ciudades cercanas como lo fue Sinesio de Cirene y Olimpo de Seleucia Pieria. Aunque ella era de creencias politeístas, buena parte de los que asistían a sus disertaciones eran cristianos. El mismo Orestes, la máxima autoridad de Roma en la ciudad, era seguidor de Jesucristo habiendo recibido ya el sacramento del bautizo en Constantinopla. Asimismo, Sinesio fue un ilustre clérigo de Cirene que tuvo a cargo el obispado de Tolemaida. Para ese tiempo estaba de obispo de la metrópoli un hombre inflexible y sectario llamado Cirilo. Cierto día que el referido prelado pasaba por enfrente de la residencia de la filósofa, observando la gran cantidad de personas y carruajes que entraban o permanecían a inmediaciones de aquella casa preguntó por quién ahí moraba y al oír el nombre de Hipatia se le llenó el corazón de envidia y desde entonces comenzó a maquinar su ruina. Sabiendo de la estrecha amistad que unía a la filósofa con Orestes, los allegados a Cirilo comenzaron a murmurar la especie de que Hipatia había indispuesto al gobernador romano en contra del obispo por ciertos hechos que había cometido anteriormente, aun cuando fue el obispo quien abusando de su autoridad expulsó de Alejandría a los judíos y a ciertos grupos de cristianos de creencias consideradas heréticas incautándoles sus bienes. Un mentado Pedro que tenía el oficio de Lector en la iglesia, contaminado por el rencor que emanaba del obispo hacia Hipatia, un día, encabezó una turba de intransigentes cristianos. Cuando regresaba a su casa, emboscaron a la más culta mujer de Alejandría, la bajaron de su carruaje, la llevaron a una iglesia conocida como Cesareum, la desnudaron y la mataron con lajas. Luego despedazaron su cuerpo y arrastraron sus restos hacia un sitio llamado Cinaron donde precedieron a quemarlos. Aquella mujer cuyo único pecado fue andar por el mundo en busca de la verdad, no pronunció palabra alguna para pedir piedad a sus asesinos, no gritó en solicitud de ayuda, no derramó ni siquiera una lágrima, solo murió con la misma altísima dignidad con la que había vivido. Pero al morir Hipatia, Dios envió una comitiva de ángeles para que la llevaran directamente al paraíso. Este lugar bienaventurado, es un espacio inmenso, sublime y apacible que, a manera de una enorme universidad, las almas buenas y santas viven en permanente purificación solo dedicadas a indagar las ciencias más excelsas. Ahora Hipatia se ha convertido en un ángel guardián de la humanidad, su espíritu habita en el cuerpo de una mujer, al presente tiene una misión en la tierra que cumplir, se dedica a encausar por el camino del bien a los seres humanos. Actualmente vive aquí, en Rio de Janeiro, trabaja como maestra en una guardería de niños de una favela. Se llama Claudia y dentro de poco vendrá aquí a almorzar con nosotros. – Mi amigo alcanzó su copa de vino, mientras daba unos sorbos, aproveché para hacer mis comentarios: –En efecto, casos de envidia de la mala. la que produce la «dañina discordia» como dice Hesíodo sobre las «dos luchas» en su obra «Los Trabajos y Los Días» se ven muchos en la historia del mundo. Me acuerdo de uno, la de aquel monje llamado Florencio, vecino de Benito de Nursia, quien por el encono que le traía, envidioso de aquel santo que era visitado por muchas personas que sabían de sus milagrosas curaciones, le envió un pan envenenado, con el propósito de matarlo. – – Exacto – replicó el teólogo y continuó: –Eso lo cuenta San Gregorio el Magno en el libro que compré hoy. –Un libro de los llamados ungidos, por cierto. Minutos más tarde una muchacha bonita, esbelta, piel bronceada, vestida igual que las jóvenes cariocas, entró al restaurante, nos buscó con la vista y se dirigió a nosotros. Al solo andar por aquel local se sintió una atmósfera de paz celestial, los demás comensales la miraban con admiración y regocijo Al llegar a nuestra mesa, la filósofa se abrazó con el teólogo como una hija se abraza con su padre, y dijo con voz serena: – Mi querido Adamantius. Después, mi amigo me presentó a aquella mujer excepcional, nos saludamos con ella como se acostumbra en Brasil, con un beso en cada mejía, luego se sentó en la «cadera» que le ofrecí caballerosamente. Los dos seres venidos del cielo iniciaron una plática entre ellos que me dio la pista de algunas de sus cualidades más importantes: Conocían todos los idiomas del mundo. En ciertos asuntos se comunicaban telepáticamente. Tenían el don de la ubicuidad. Y lo mejor de todo: eran buenos y su reposada bondad la transmitían a los que estaban cerca de ellos. Al observar su forma de vestir vi que lo hacían a la usanza de la moda de hoy, pero de una manera discreta. Tampoco llevaban puesto reloj en sus muñecas o anillo en sus dedos, ni cualquier otro objeto innecesario Ese día participé de la conversación más importante de mi vida, los tópicos que más me interesaron fueron los referentes a los diferentes castigos que somos sometidos los pecadores después de la muerte, que lo explicó el teólogo así: –El cielo utiliza distintos procedimientos para enderezar las almas antes de ser promovidas al paraíso, uno de ellos es que al morir reencarnas en otra persona en la cual los pecados de tu vida anterior son penados en tu nueva vida, por ejemplo, un hombre avaro será condenado a pasar una dura existencia como pordiosero; otro es aquel donde el alma va a un lugar parecido al edén, sin embargo, toda su nueva vida está abrumada de recuerdos de todo lo malo y triste que le sucedió en su vida terrenal. Hay otras formas de castigo, no te los diré todos, pero debes de saber que el fuego eterno es tan solo una alegoría. No obstante, al final de los tiempos todas las almas serán perdonadas. Otro tema bonito lo introdujo Claudia acerca de la práctica del bien por el ser humano en el transcurso de su paso por la tierra. Recuerdo estas palabras: – Es un principio, caer en el mal es lo más fácil, pero por lo menos trata de ser un hombre honrado. Para llegar a ser una persona efectivamente buena es necesario más sacrificio individual y para llegar a ser santo implica mucho más y solo Dios puede determinar quién será y quién no. Fueron muchos los asuntos metafísicos que deliberaron aquellos seres de la luz, unos que los traté de entender con gran esfuerzo y otros que ellos mismos me dijeron eran arcanos los platicaron solo entre ellos en un idioma desconocido para mí. Al salir del restaurante dimos un paseo por la avenida Atlántida, luego nos despedimos. Al dar el último adiós, la filósofa lo hizo con una sonrisa pletórica de benignidad, así fue como entendí por qué el obispo de Tolemaida la llenaba de encomios cuando la saludaba con palabras como estas: «maestra», «madre…» Después, el teólogo sacó un pequeño papel, escribió algo en él y me lo dio diciéndome: –Léelo cuando estés en tu casa. Al solo llegar a mi apartamento revisé mi cartera, el material de aquel papelito era especial, era grueso de un color blanco grisáceo, miré su contenido y noté que estaba escrito en letras griegas con esta frase:
![]() Fui donde un experto y me lo tradujo al español de esta manera: ‘Camina siempre en busca de la verdad, pero no hagas alarde de lo que sabes’ © 2021 REGRESAR AL INICIO DE LA PÁGINA | |